¡Es verdad! Soy muy nervioso, horrorosamente nervioso. Siempre lo he sido. Pero, ¿por qué pretendéis que esté loco? El desarrollo de la enfermedad ha terminado por agudizar mis sentidos, pero sin destruirlos ni embotarlos.
Tenía el oído muy fino, ninguno le igualaba, he escuchado todas las cosas del cielo y de la tierra, y no pocas del infierno. ¿Cómo he de estar loco?